Cada día decenas de miles de personas son arrancados de sus raíces, transplantes de vida a un entorno del todo ajeno. Los campos de refugiados, asentamientos urbanos, instalaciones menos temporales de los que debieran que acogen a familias partidas que huyen de su país de origen
Los telediarios nos vomitan a diario estas realidades, siempre en grandes planos generales, el detalle nos amargaría la comida, quizás incluso nos haría empatizar con esas personas.
Pero pensemos por ejemplo en Hannah que dejando atrás Alepo, lleva consigo el dolor de la guerra, no tiene tiempo de llorar la muerte de su marido. Camino de la frontera, avanza acompañada de su madre y sus tres hijos . Sus rostros reflejan el poso de la guerra, incredulidad, incertidumbre, desasosiego…., miradas cruzadas perdidas en el horizonte.
El mayor de los hijos consciente de la situación, soporta a su hermano, que inmutable mira a la cámara sin entender muy bien lo que está viviendo.
La vida de Hanna, la de su familia, ha cambiado.
Alguien tendrá que pensar en el lugar donde van a vivir, en sus urgencias, en su día a día. En la de sus hijos, su madre. En la de millones de personas. Muy lejos de las soluciones de recrear el entorno rural en la ciudad, que tan de moda está en el hemisferio norte.
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